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Los intérpretes asesoran a los mandos de la base Miguel de Cervantes y explican a los alcaldes los pormenores de los programas de desarrollo

Gobernar una base militar en un país cuya lengua no se domina no es fácil, aunque se tenga un buen nivel de francés e inglés. Y más si las unidades deben estar en estado de alerta permanente ante posibles ataques islamistas o hebreos. El día a día requiere también la reparación de averías, la traducción de documentos escritos, la interlocución con las autoridades locales o la compra de provisiones y material para cada jornada.

En la base Miguel de Cervantes que Naciones Unidas tiene operativa en Marjayoun, a 90 kilómetros de Beirut, están destinados unos 450 militares españoles que pueden utilizar el servicio de intérpretes que pagan tanto el Ministerio de Defensa como UNIFIL, la fuerza de cascos azules allí desplegada.

Diariamente, dependiendo de su turno, cuatro mujeres árabes de un grupo de 21 intérpretes, asesoran lingüísticamente a los mandos españoles, de Serbia, India, Malasia, Indonesia o El Salvador. Algunas de ellas, como Zeina Yossine o Najwa Chahine tienen doble nacionalidad, la libanesa y la de un país sudamericano, por lo que conocen bien el castellano. «Tengo la nacionalidad brasileña y mi compañera, Zeina, la boliviana. Fue mi madre la que me convenció para que presentase una solicitud de empleo a la Legión, que llegó al principio», explica Zeina.

Ambas son las intérpretes más veteranas en esta base de la ONU. Su trabajo consiste en asistir a los mandos militares durante sus reuniones con los alcaldes y otras autoridades libanesas. Pero además, acompañan a las patrullas españolas en los recorridos conjuntos que hacen por la zona fronteriza con Israel, país con el que Líbano está en guerra.

Otros de los cometidos es la asistencia médica y veterinaria a los equipos que UNIFIL tiene desplazados al sur del Líbano. La ayuda humanitaria que prestan los militares españoles, así como de los proyectos urbanísticos y de mejora local ha hecho indispensable a estos traductores del español al árabe, para que se comprenda tanto la intención como las aplicaciones técnicas.

Once poblaciones libanesas son las que están en los alrededores de la base Miguel de Cervantes. En ellas se han ejecutado en estos ocho años 471 proyectos de impacto rápido, como son la mejora del abastecimiento de agua, el alumbrado o el asfaltado de carreteras.

«Las intérpretes han intervenido también para explicar los programas de salud dental, así como en la información a la población sobre el peligro de la retirada de minas que estaban sin explotar, y que fueron dejadas por el ejército israelí», relata el teniente coronel José Manuel de la Torre, miembro del Estado Mayor de la Defensa (EMAD). La frontera dista a dos kilómetros en línea recta.

Otra de las traductoras es Katia Kaadan, 26 años, cuya simpatía la ha hecho popular en la base Miguel. Esta joven libanesa, nacida en Cheba, decidió al finalizar el conflicto bélico, en julio de 2006, apuntarse al Programa Cervantes para aprender español. «¿Qué si he ido a España? No, todavía no he tenido esa oportunidad, pero me gustaría», responde antes de explicar que su trabajo consiste en «traducir trece periódicos que se publican en el Líbano y algunos internacionales». Katia explica que desde la prensa árabe «se ve a los españoles como un pueblo amigo, y en parte es porque hay mucha gente a la que le encanta el fútbol».

Estas intérpretes han vivido experiencias como la muerte en atentado de seis militares españoles, hecho que les obligó a movilizarse ante esa situación de crisis. Pese a ello, según Zeina y Najwa, su trabajo, «está bien gratificado».

 

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