«La cancha de tenis gobierna»: el drama de las traducciones horribles en los Estados Unidos
Desde los carteles en un español ridículo hasta problemas más graves con las malas interpretaciones en hospitales y tribunales, un inconveniente que se expande de costa a costa
«The Tennis Court Rules» es el título del cartel que enumera la lista de reglas a respetar en las canchas de tenis públicas en los Estados Unidos. Pero traducido como «La cancha de tenis gobierna» se convierte en otro agregado delirante a la campaña electoral 2016 por la presidencia de la nación. Lo bueno del asunto: ya no habrá que pensar en cuál de los candidatos, si la demócrata Hillary Clinton o el republicano Donald Trump, hay que votar el 8 de noviembre.
Los casos de traducciones risibles abundan en un país donde los hispanos y los latinos constituyen la primera minoría, y que según estimaciones del Instituto Cervantes hacia 2050 será el primero en la lista mundial de los hispanohablantes, con 132,8 millones de ellos, por encima de México, el número 1 en estos momentos.
En la fila de una cafetería, se les promete a los clientes: «Éxito aquí» («Exit Only»: «Salida únicamente» hubiera sido una traducción más acertada). En una piscina para niños se les advierte a los adultos «Ninguna natación» («No Swimming» en el original, o «Prohibido nadar»). En el monorraíl del aeropuerto se exige a los viajeros «Tenga barandilla» («Hold Handrail», es decir «Sosténgase del pasamano») y se les solicita que dejen el caballo, mas no el calzado, antes de pasar de una terminal a otra: «Ningún cabalgar descalzo«, en el original «No Riding Barefoot», o «No montarse descalzo». «Busca empleo» aconseja una pizzería, que en realidad quiere contratar un empleado «Help wanted» («Se necesita personal»). Al borde de lo místico, un anuncio en un edificio dice: «En el acontecimiento del fuego no utilice las elevaciones» («In the event of fire do not use lifts», o «En caso de incendio no use los elevadores»).
Al intérprete Agustín de la Mora, le hizo especial gracia el sinsentido de un cartel en un espacio público del estado de la Florida, donde funciona su agencia De La Mora Interpreter Training: «De acuerdo a las leyes del aire limpio de Florida esta es una facilidad de no fumar«. Ironizó: «¡Pero si de hecho es bastante difícil dejar de fumar!».
Según el formador de expertos, «ese tipo de cosas ocurren con frecuencia porque en este país la traducción no está regulada«. La Asociación de Traductores de los Estados Unidos (American Translator Association, ATA) da una certificación en traducción, pero debido la falta de regulación nacional el gobierno, las instituciones públicas o privadas, las empresas y los individuos que necesitan servicios de traducción «toman sus decisiones sobre la base de los costos», explicó De la Mora a Infobae. «No valoran el hecho de que se trate de alguien que tenga el español como lengua materna y que sea un traductor certificado, y en consecuencia esté mejor capacitado que alguien simplemente bilingüe. Muchas de las decisiones que se toman sobre la base del costo producen traducciones irregulares, deficientes y hasta ridículas, porque hay quien cree que un programa de traducción puede hacer el trabajo».
Muchas de las decisiones que se toman sobre la base del costo producen traducciones irregulares, deficientes y hasta ridículas
Judith Jenner, vocera de la ATA y traductora e intérprete federal jurada ella misma, comentó que algunos casos pueden causar gracia, «pero la mayoría de las veces son ejemplos penosos de malas traducciones que no comunican el mensaje a las personas que no hablan inglés».
Coincidió con De la Mora en que los costos bajos a veces causan problemas caros: «Ser bilingüe no convierte a alguien en un traductor, del mismo modo que hablar inglés no necesariamente capacita a alguien para que escriba una gacetilla de prensa o firme una columna para The New York Times. Ser bilingüe es el requisito mínimo, pero es la base de la pirámide, y los traductores capacitados son, antes que nada, escritores destacados en el idioma al cual se traduce».
—¿Por qué?
—Uno no contrataría a alguien sin capacitación en Relaciones Públicas para escribir una gacetilla de prensa en inglés, así que ¿por qué contrataría a alguien que no tiene capacitación en traducción y experiencia en la traducción para traducir algo, más aún si es algo importante? Por más de 50 años la ATA ha educado al público en general sobre la importancia de la traducción profesional.
Del ridículo a la tragedia
Esa educación ha apuntado a algo más que los intereses de un sector profesional: en ocasiones, las confusiones al verter una palabra del inglés al español pueden ser muy onerosas, tanto en el campo escrito de la traducción como en el campo oral de la interpretación.
Pueden, por ejemplo, costarle la salud a alguien.
Jenner, también creadora de la agencia de traducción e interpretación Twin Translations (que maneja con su hermana gemela, quien reside en Europa), compartió con Infobae una anécdota trágica que sucedió en un hospital de la Florida, «que ha sido bien documentado en Found in Translation: How Language Shapes Our Lives (Hallado con la traducción: cómo el idioma da forma a nuestras vidas), el libro fantástico de los lingüistas Nataly Kelly y Jost Zetzsche».
«Un error de interpretación de la palabra ‘intoxicado’ como ‘intoxicated(drogado)’ hizo que el personal de un hospital creyera que un paciente había consumido drogas, cuando en realidad sufría una cuestión más seria debido a envenenamiento (intoxicado se puede referir a envenenamiento o a una reacción alérgica). Se le dio al paciente el tratamiento incorrecto, y lamentablemente quedó cuadripléjico. La demanda civil consecuente se acordó en USD 71 millones».
Intoxicado e intoxicated son falsos cognados, dos palabras que se parecen pero no significan lo mismo. En opinión de Jenner, una persona con capacitación —un o una intérprete profesional que dominase el léxico médico— habría ayudado a que el personal del hospital pudiera hacer el diagnóstico correcto, y que el neurocirujano que operó a Willie Rodríguez en 1980 fuera convocado apenas el beisbolista cubano de las ligas escolares ingresó en coma, y no dos días más tarde. «En los círculos de traducción e interpretación, se conoce ‘intoxicado’ como ‘la palabra de los USD 71 millones‘», explicó la experta. Pero el dinero no le devolvió al emigrado cubano la vida que tenía.
También se puede perder la libertad por comprender mal una acusación en los tribunales.
De la Mora contó un caso famoso de Florida, el de Juan Ramón Alfonzo, que sucedió en 2004 en el condado de Velusia. «La persona que hizo la interpretación, que no era certificada pero había trabajado durante muchos años en ese tribunal, realizó un trabajo muy deficiente al comunicarle a Juan Ramón Alfonzo de qué estaba acusado: en lugar del delito grave que pesaba sobre él, el robo de un camión de volteo (dump truck), le dijo que se lo acusaba del robo de una caja de herramientas (tool box)». El hombre se declaró culpable de haber robado una caja de herramientas.
—Pero lo sentenciaron por el robo de un camión de volteo.
—Sí: a 15 años de prisión, no a los 60 días que él esperaba. Hubo una investigación muy interesante, y se le permitió retirar su declaración de culpabilidad porque había estado mal informado.
Preso por no entender inglés
«Si usted estuviera en Tailandia acusado de contrabandear antigüedades, querría al intérprete certificado de tailandés a inglés, ¿verdad?», ilustró Jenner, profesora de traducción e interpretación en la Universidad de California en San Diego/Extensión. «Eso es lo que queremos aquí también. Todo se reduce a liberar a los Estados Unidos de la creencia errónea de que ser bilingüe hace de alguien un traductor o traductora o intérprete. En el caso de la interpretación jurídica, los lingüistas tienen un conocimiento vasto no sólo de la terminología altamente especializada sino también de derecho comparado, procedimientos judiciales, ética. Hemos avanzado mucho en cuanto a profesionalizar el modo en que se manejan los servicios de interpretación en los tribunales, pero todavía nos queda un largo camino por delante».
Un problema habitual es la falta de presupuesto; otro, la incomprensión de los niveles administrativos superiores de los tribunales. Hace décadas que los hispanos repiten un chiste: aquel que habla tres idiomas es trilingüe, aquel que habla dos es bilingüe y aquel que habla uno, estadounidense.
Hace décadas que los hispanos repiten un chiste: aquel que habla tres idiomas es trilingüe, aquel que habla dos es bilingüe y aquel que habla uno, estadounidense
Por eso se creyó que Rogelio Nieves Negrón, un puertorriqueño sin hogar que en 1970 mató a otro hombre en una pelea de borrachos, fue juzgado en inglés en un juzgado del condado de Suffolk, en el estado de Nueva York. Para Negrón, que ignoraba la lengua y apenas había completado los primeros grados de la escuela primaria, el juicio fue una sucesión de sonidos incomprensibles. Como su defensor de oficio tampoco hablaba español, Negrón no logró entender por qué lo condenaron por homicidio en segundo grado: entre 20 años de prisión y cadena perpetua.
En la apelación se revirtió la decisión del tribunal original. «Y eso causó que se iniciara el proceso que condujo a la proclamación de una ley de intérpretes federales de 1978″, relató De la Mora. «En el ámbito judicial también los estados hacen un esfuerzo por mejorar la calidad de la interpretación, con exámenes para determinar la capacidad de los intérpretes, un examen escrito y uno oral. En español esos exámenes están disponibles para todos los estados de la nación».
La primera minoría demográfica —ya mayoría en California— tiene esa ventaja: «Siempre hay excepciones», obsevó Jenner. «Por ejemplo, ¿qué sucede si mañana se necesita un intérprete de quechua en una zona rural de Oregón y ningún estado ofrece esa certificación? Quedan por resolver verdaderos desafíos logísticos, y podemos abordar algunos de ellos con el uso de la tecnología, incluida la interpretación a distancia, aunque estar en persona es siempre la solución ideal».
La novia del acusado habla español: ¿será justicia?
Como su colega, también De la Mora manifestó un optimismo agridulce: «Ha sido un cambio lento y desparejo, porque toda ley está sujeta a interpretación—sin intención de juego de palabras—: depende de cómo cada entidad jurídica en cada estado interpreta las normas, y cómo las aplica».
Las normas existen:
Jenner: —Al menos en las ciudades más importantes, por fortuna, ya quedó en el pasado la época en que un juez podría simplemente nombrar a la novia del hermano del acusado para que interpretase, porque ‘ella hablaba español'».
De la Mora: —Desde la ley federal se empezó a hablar del uso de intérpretes en los casos federales, para proporcionárselos a las personas que no hablaban suficiente inglés o que no hablaban absolutamente nada. También hay un mandato administrativo del presidente Bill Clinton por el cual las instituciones que reciben fondos federales —hospitales, tribunales y otras— tienen la obligación de brindar servicios de intérpretes a aquellas personas incapaces de comunicarse en inglés, parcial o totalmente.
Y los problemas persisten:
De la Mora: —Tanto el mandato administrativo de Clinton como la ley federal de 1978 hablan de la palabra intérprete, pero no la definen. Aclarar quién es intérprete es el meollo del asunto. La norma indica «se debe proporcionar un intérprete»; pero si Juanito llega al tribunal y dice «yo soy intérprete», pues se considera que se lo proporcionó. Pero Juanito puede cometer errores garrafales, como sobran los ejemplos. El gobierno federal estableció una manera de verificar por medio de un examen la capacidad de los intérpretes federales, y hasta la fecha se lo considera el más completo de los exámenes.
Jenner: —Convertirse en un intérprete certificado de tribunales en español es un proceso extenso y difícil, y las tasas de aprobación rondan aproximadamente el 10%; varían según los estados. Los tribunales federales en los Estados Unidos tienen los estándares más altos de todos, y existe una certificación federal para los intérpretes de tribunales (FCICE), que ampliamente se considera la credencial más deseable para la interpretación jurídica en el país. Actualmente este examen se ofrece sólo en español, y los lingüistas que lo aprueban son, sin dudas, los mejores intérpretes judiciales del país.
Qué lindas las sandalias Orina
En 2012, cuando el republicano Mitt Romney hacía campaña por la presidencia de los Estados Unidos, visitó el santuario cubano de El Palacio de los Jugos, donde se consiguen las frutas tropicales más variadas. El periodista Carlos Santana lo entrevistó por radio mientras Romney viajaba hacia el barrio que pensaba seducir con un par de frases anticastristas y algunas críticas al gobierno de Barack Obama:
—Aquí en Miami lo esperan con mamey y guayaba, ¿le gustan esas frutas?
—Me encantan el mango y la papaya —respondió.
Las risas salieron al aire. Papaya es una fruta para todos los latinoamericanos, salvo para los cubanos, que la llaman fruta bomba, porque la otra palabra se aplica a esa parte de la anatomía por donde el actual aspirante republicano a la presidencia se jactó de agarrar a las mujeres.
Al año siguiente, la cadena Target debió cambiar el criterio de comercialización de una sandalia de USD 22,99: acaso algunas personas la hallasen poco elegante, pero no por eso merecía el nombre de Orina, que la marca de la casa, Mossimo, le había puesto inspirada por la palabra rusa que significa «pacífica».
A veces los subtitulados de las películas son agobiantes para el hispanohablante: «Estoy muy embarazada«, se lee en la pantalla cuando la actriz dice «I’m very embarrassed» («Estoy muy avergonzada»), como si hubiera descubierto el modo de estarlo un poquito o mucho. Con frecuencia algún personaje declara «¡Estoy caliente!», cuando en realidad ha dicho «I’m hot!», es decir «¡Tengo calor!». Y algún otro se lamenta: «No me realicé», pero no es para tanto: apenas algo le pasó inadvertido («I didn’t realize», «No me di cuenta»).
—¿Pongo que tú me soportas? —le preguntó un adolescente a su madre en un centro de psicología de Miami Gardens, con un formulario en la mano.
—¿Cómo que si te soporto? —la madre se alarmó; casi todo el mundo en la sala de espera hablaba español y la miraba.
—Do you support me or not? —insitió el muchacho con la paciencia propia de la edad. «¿Me sostienes financieramente o no?» hubiera sido la traducción de sus palabras.
—¡M’hijo, soportar en español quiere decir aguantar: put up with somebody! I support you, sí, pon que sí.
El joven, hijo de inmigrantes latinoamericanos, es bilingüe; sin embargo, pocos querrían tenerlo como intérprete si su salud, su trabajo, su hipoteca o su libertad estuvieran en juego. «Los traductores y las traductoras profesionales comprenden los matices tanto del idioma fuente como del idioma meta, y navegan ambos mundos para comunicar realmente el mensaje», argumentó Jenner.
En un país de inmigrantes de múltiples orígenes, eso tiene mucha importancia: se trata de una cuestión de derechos civiles.
«El gobierno federal apoya con la ley de derechos civiles: ‘Ninguna persona puede ser discriminada sobre la base de raza, religión, género o nacionalidad de origen'», citó De la Mora. «Este último punto implica que si uno habla la lengua del país en el que nació, y no es inglés, uno no tiene obligación de aprender inglés, porque se lo podría considerar discriminatorio. Y eso incluye a los hablantes de español».
Por eso, opinó Jenner, dada la disponibilidad en todo el país de intérpretes de español, «los tribunales tienen que solicitar sus servicios antes que apoyarse en personas bilingües sin capacitación».