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 Si hacen bien su trabajo, a veces pasan inadvertidos. Pero son cruciales en cumbres, congresos, festivales e incluso operaciones quirúrgicas. Reciclados y hábiles, los intérpretes viven atentos para que el mundo se entienda

 

ALEXIS Tsipras miró a cámara y dio los resultados del polémico referéndum en griego. Todo el planeta estaba pendiente de qué decidía el pueblo heleno con respecto al Eurogrupo. ¿Qué habría pasado si el intérprete traduce mal en un idioma que no es masivo? “Es donde tenemos más cuidado. En política hay que estar muy atentos a cada matiz, puede salir de todo en esos encuentros tan decisivos”, relata Claudia Müller, responsable de Comunicación de la Asociación de Intérpretes de Conferencia de España (AICE). Claudia tiene como idiomas maternos el alemán y el castellano y, como pasivos, el inglés y el francés. En su asociación enarbolan y testan la excelencia para que la profesionalidad de sus intérpretes sea total. Aunque, lógicamente, son “humanos” y alguna vez tienen fallitos. “Entonces, se rectifica con rapidez y se retoma el discurso”, narra Müller.

Así, si a Tsipras, Merkel u Obama les tradujeran mal, se notaría que los intérpretes están ahí. De lo contrario, a pesar de lo crucial de su papel en cumbres, operaciones a corazón abierto o festivales de cine, la gente se olvida de que hay numerosos profesionales traduciendo. “Lo mejor que te pueden decir es No se notaba que estábais”, explica Claudia. “Nuestra invisibilidad es señal de éxito”, corrobora Marian Maruri, intérprete en inglés y francés y también miembro de la AICE. En el caso de las traducciones simultáneas, en cabina, los compañeros ayudan a relevar a sus colegas, ya que en congresos y reuniones densas no es conveniente estar más de 30 minutos traduciendo. “Los psicólogos tienen tasado que cada 20 minutos cae la atención, así que solemos hacer turnos de media hora, salvo en conferencias sueltas”, relata Maruri. A diferencia de la traducción consecutiva, en la cabina pueden consultar datos en internet y tomar notas.

Hay a quienes les impone más una interpretación consecutiva, en la que el orador habla unos minutos y a continuación le traducen. “Ahí te la juegas más, pues estás dando la cara en directo”, explica Maruri. El grado de concentración es muy alto en ambas modalidades, y desde luego la capacidad memorística de estos profesionales. Aun así, las intérpretes consultadas quitan importancia a su habilidad: “Es un trabajo cualquiera”, coinciden.

ultra-recicladas Sí, sobre todo mujeres. Los neurólogos señalan que el género femenino cuenta con “un mayor poder para enfrentarse a varias tareas a la vez”. Claudia Müller lo verifica: “Escuchar, traducir y entonces hablar, simultáneamente”. La interpretación es, en buena parte, una profesión de mujer.

En cualquier caso, y especialmente con la crisis económica, estos profesionales se caracterizan por su intensa formación y su constante reciclaje. En la AICE, formada por traductores de 20 idiomas distintos, hay exámenes constantes para garantizar los estándares de calidad. “Tengo que estar totalmente informada de las cosas que pasan en los países que traduzco. Y actualizada sobre las novedades en las grandes industrias que mueven el mundo. Antaño, con ayuda de la parabólica, y ahora con internet y las nuevas tecnologías”, explica Marian Maruri. “Se logra con una inmersión en el país que habla la lengua que traduces, conociendo su acervo cultural. En el caso del alemán, está más circunscrito a un territorio, pero en el del inglés no es fácil conocer la jerga de Sudáfrica, Nueva Zelanda, Escocia… Como lo definía Borges, el inabarcable idioma inglés”, matiza Ruth Martín, veterana intérprete en inglés y alemán.

Nuestros mejores intérpretes, lógicamente, avanzan en su formación en otros países. Y, además, suelen saber varios idiomas y cursan alguna carrera, postgrado, etc. en ellos. En el caso de Marian, estudió Interpretación en una Universidad francesa, realizó un postgrado en Londres y perfeccionó en Escocia, “apuntándome a todos los intercambios que había”. Por su parte, Ruth estudió Filología Anglogermánica y perfeccionó inglés en la Universidad de Edimburgo y alemán, en Darmstadt. Ambas viajan “recurrentemente” a esos países, para estar al día (aparte de visitar a sus amistades allí). Algunas universidades del mundo destacan en la formación de intérpretes, como la escocesa, la de Ginebra, Georgetown, Monterrey…

Maruri comenzó a trabajar en el Consejo de Europa. Los intérpretes suelen, de forma constante, realizar traducciones simultáneas y consecutivas, y sus inversas, hasta que desarrollan esa habilidad. A partir de ahí, “con el tiempo vas desarrollando la capacidad. Incluso te anticipas a algunas palabras del orador”, comenta Claudia Müller. ¿La contrapartida? Que, a veces, en la vida personal pueden interpretar demasiado deprisa lo que les quieren decir…

Y, cuando son profesionales afianzados, como los casos que aquí comentamos, la variedad de cometidos es enorme: desde acompañar a un político durante una jornada, pasando por interpretar una operación en quirófano, traducir a ingenieros o bioquímicos y hasta lo más glamouroso de la farándula.

empatía con el orador Hay intérpretes que prefieren mantenerse neutros traduzcan a un ministro o a un humorista. Las intérpretes consultadas, por el contrario, acostumbran a “empatizar con el orador. Si hace un guiño gracioso, intento reproducirlo. He hecho de todo en estos años, pero, por ejemplo, tuve que trabajar con el Cirque du Soleil y, si decían alguna gracia, yo intentaba emularles”, relata Marian Maruri.

Ruth Martín es de la misma opinión. “Si el orador es apasionado, intento transmitir eso”. Luego está el problema añadido de que la persona interpretada se líe, que su discurso sea confuso. En ese caso, el esfuerzo de los intérpretes es mayor. Por ello, para poder realizar lo mejor posible su trabajo, es interesante que los organizadores del evento les hagan llegar documentación previamente. “Pero a veces están más preocupados por el sonido, el catering u otros aspectos, y descuidan el capítulo de la interpretación”, señala Claudia Müller. Así, estas profesionales se afanan en documentarse unilateralmente, para estar a la altura.

En este sentido, Ruth Martín apunta que ella se entusiasma con cada trabajo que realiza -“es un reto intelectual interesante, que me permite no estancarme”-, pero que las operaciones le producen mayor sensación de responsabilidad, “porque hay alguien bajo un bisturí”. Así, se prepara durante más de una semana. “Es importante distinguir si la incisión es de 5 ó 15 centímetros. Porque la gente entiende el idioma hasta que deja de entender”, añade Maruri.

emociones de todos los colores Este trabajo tan intenso, en el que los profesionales han de estar tan atentos y preparados, puede producir un cansancio mental importante. Aun así, las intérpretes consultadas relativizan. “Tras un congreso duro, me pongo en modo no pensar, tipo leer un cómic, revista… algo fácil”, cuenta Marian Maruri. Ruth Martín escucha mucha música y valora el silencio en sus pausas. Claudia Müller desdramatiza: “Unos corren, otros toman una copa… No es para tanto”, ríe.

Desde luego, no se aburren. Acostumbran a ir vestidos de forma adecuada para la ocasión, aunque al político de turno le puede apetecer, de repente, “probar un helicóptero, y tenemos que adaptarnos”. Como si fueran reporteros. En los congresos, su relación con los organizadores y los técnicos de sonido es constante. Y cuidar la voz, una de sus prioridades para trabajar bien. La confidencialidad, condición sine qua non.

Entre las notas cómicas del gremio, en castellano hay quien confunde esta profesión con la de actor. No se parecen mucho, aunque tienen que trabajar públicamente y tener muy buena memoria. Y las emociones son también variopintas. Desde la divertida conferencia que interpretó Marian sobre cómo los pájaros escogen el color de sus plumas hasta el profundo análisis sobre la trata de blancas que realizó recientemente ICOT y que tradujo Ruth.

Marian recuerda a Frank Gehry recibiendo un premio en el Teatro Arriaga: “Se emocionó y no dejaba de hablar. Tuve que hacerle un gesto para que parara”, bromea la intérprete. Ruth narra que en el Carlton se homenajeaba al Premio Nobel que sintetizó el ADN. Un hombre mayor le preguntó “¿Qué pasa aquí?”, y su mujer añadió “Nos gustaría tomar un vinito y que nos presentes al que manda”. Ruth les explicó que tenía que trabajar, pero luego charlaron. “Era él Arthur Kornberg. Las personas más grandes suelen ser así de sencillas y cercanas”.

Una profesión atractiva. Aunque difícil: “Cualquiera no puede ser intérprete”, coinciden.

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